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Una persona conectada con la naturaleza termina desarrollando una buena salud espiritual y una espiritual termina por amar a la naturaleza, porque existe una conexión real y tangible entre el compromiso de una persona con lo natural, su bienestar físico y mental y su espiritualidad [1].

Pero no solo sucede con una conexión directa con ella, sino que también con una a través por lo que llamamos crear un sentido propio de conexión. En otras palabras, podemos crear un acercamiento a ella a través de “cosas” que le acerquen y le hagan parte de nuestro día a día, como cuando, con el cuerpo lleno de avena y aceite de sésamo tibio, uno se aplica un masaje antes de la ducha.

El uso de productos naturales en nuestro cuerpo no se limita a los efectos físicos reales, sino que, además tiene un efecto positivo en nuestra salud espiritual y como toda espiritualidad está asociada a la experiencia con la naturaleza y a los efectos positivos derivados de ella, todo producto que llamamos “natural” también debe cumplir esa condición porque la naturaleza, y todo lo que deriva de ella directamente, posee ese duende mágico que te la acerca, inevitablemente.

 

[1] Ramitsis y Francis, 2013

 

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